1. UNA MODESTA PROPOSICION
Juan Torres López. Catedrático de Economía de la Universidad de Málaga
Jonathan Swift pasó a la historia de la literatura, sobre todo, como autor de Los Viajes de
Gulliver, un libro para mayores que, paradojas de las letras, sólo lo suelen leer los niños y siempre
en versiones muy resumidas. Pero fue también autor de otras obras, entre ellas un opúsculo con el
largo título de "Una modesta proposición para evitar que los niños de los pobres de Irlanda sean una
carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público".
Se trata, en mi opinión, de una obra maestra de la sátira y la crítica social en la que Swift propone
nada más y nada menos que para evitar la miseria de tantos niños, el sufrimiento de sus padres y la
carga que la nación debe asumir frente a cientos de miles de pobres, los niños se destinen, una vez
reservada una cantidad suficiente para su reproducción, a ser alimento de la población.
Hoy día, la pobreza alcanza en nuestro mundo proporciones desmesuradas. Quizá sea cierto que no
presenta la faz dramática y grosera que vio Swift, pero es mucho más lacerante, pues la Humanidad
dispone de más medios para evitarla.
Precisamente, el hecho de que el sufrimiento humano por insatisfacción material podría evitarse sin
demasiados problemas es uno de los rasgos de nuestra civilización. Pero no queremos evitarlo. O, al
menos, no lo desean quienes podrían decidir que desapareciera.
Téngase en cuenta, por ejemplo, que para proporcionar enseñanza básica a toda la población
mundial sería necesaria una inversión de 6.000 millones de dólares, dos mil menos de lo que se
gasta en cosmética sólo en Estados Unidos. Para garantizar el acceso al agua potable de todos los
seres humanos serían necesarios 9.000 millones de dólares, dos mil menos de la cantidad que se
gasta en helados solamente en Europa. Para que todas las mujeres del mundo disfrutasen de la
mínima salud reproductora harían falta 12.000 millones de dólares, más o menos lo mismo que se
gasta actualmente en perfumes en Europa y Estados Unidos. En fin, para que todos los humanos
tuviésemos salud y nutrición básicas bastaría con 13.000 millones de dólares, cuando se gastan
17.000 millones en alimentos para animales domésticos.
No es cierto, pues, que la situación de pobreza en el mundo sea el resultado de la falta de recursos.
Sólo los cínicos pueden afirmar algo así cuando sabemos que para disponer de los servicios
sociales básicos se requeriría un 0,1 por cien del ingreso mundial, unos 40.000 millones de pesetas.
Una cifra ridícula si se tiene en cuenta que la Humanidad gasta 780.000 millones de dólares en
armamentos.
Lamentablemente, los remedios que hoy día se tienen por necesarios (economía de mercado,
liberalización, individualismo,…) no sólo no reducen la pobreza, sino que la aumentan. En los años
sesenta el 20 por cien más rico de la población mundial tenía ingresos treinta veces mayores que el
20 por cien más pobre. Hoy día, son ochenta veces mayores. Más de cien países han empeorado su
situación económica en los últimos treinta años. Se quiera aceptar o no, más mercado ha traido
consigo menos progreso económico.
2. Es preciso entender que la pobreza de miles de millones de personas se debe a la opulencia de muy
pocos. Las 225 personas más ricas del mundo tiene una riqueza equivalente a la del 47 por cien de
la población mundial. Sólo los 84 más ricos tienen más riqueza que el PNB de China, 3 de ellos
tienen activos cuyo valor equivale al PIB de los 48 países más pobres.
Según las Naciones Unidas, el gasto necesario para evitar las dimensiones más dramáticas de la
pobreza humana equivale al 4 por cien de la riqueza de estas 225 personas. Mientras que el mundo
funcione tan sólo para que disfruten los grandes millonarios, la inmensa mayoría de la Humanidad
sufrirá escasez y pobreza.
En realidad, la sátira de Swift se hace realidad. Si no queremos comernos a los pobres, hay que
despojar a los ricos de sus privilegios inmorales.